Mundo, aula itinerante
MUNDO, AULA
ITINERANTE
-Buenos días, me llamo Laura, soy presidenta
de la organización “Mundo, Aula Itinerante” y hoy, en honor al día del maestro,
estoy aquí para hablaros de como la educación cambia vidas.
Los aplausos llenaron la sala
mientras Laura sonreía emocionada. Era su primera Ted Talk y las palabras y
emociones se amontonaban en su garganta, formando un nudo que le bajaba hasta
el estómago. Cuando los aplausos cesaron, tomó el micrófono y comenzó a hablar,
a narrar.
-“Siempre supe que quería ser
maestra. Desde los 6 años, algo en mí me decía que debía dedicarme a la
educación. Por ello, cuando terminé bachillerato y tuve que decidir qué carrera
escoger, no dudé en matricularme en un grado de Educación Primaria.
Sin embargo, durante los años de
carrera, comencé a tener dudas sobre mi decisión. ¿Realmente era lo que quería?
Quizás había estado tan centrada en esa idea, que me había olvidado de explorar
otras opciones. A pesar de las inquietantes dudas, decidí terminar el grado. Tenía
ganas de poder comprobar si la educación era lo mío y, al mismo tiempo, quería explorar
mundo.
Así, nada más terminar mi
graduación, me colgué el macuto a los hombros y me dirigí al aeropuerto, a
sabiendas de que mi verdadera vida comenzaba en ese momento. Llevaba meses
sopesando cuál quería que fuese mi primer destino. Finalmente, me decidí por
Etiopía. Aun a día de hoy no puedo expresar con palabras lo que ese viaje
supuso para mí. Pero si puedo hablaros del momento en el que entendí cuál era
mi camino a seguir.
Durante el tiempo que pasé en
Etiopía, me alojé en el pueblo de Meki, en un colegio donde educaba como
voluntaria a los niños y niñas de la zona. Tenía muchos alumnos y a lo largo de
los meses fui conociendo las historias de cada uno de ellos. Me hablaron de sus
sueños, sus familias, sus vidas. Me hicieron parte de su historia.
Cuando terminó el curso escolar,
decidí dedicar unos meses a viajar por el país junto con el resto de
voluntarios. Un día, mientras paseábamos por un mercado en la ciudad de Muka Turi,
un niño se acercó a mí. Comenzamos a hablar, en una mezcla de inglés y amárico,
y me contó que de mayor quería ser periodista, saber conducir y tener una casa
con dos habitaciones. Me explicó que era del Real Madrid y que quería viajar a
España, dejándome leves retazos de su historia. Al rato, me lo volví a
encontrar. Se acercó a mí, me tendió un papel y me pidió que, por favor, no
olvidase su historia; que le ayudase. Después, se marchó corriendo. Cuando desdoblé
el papel, me encontré con una caligrafía grande y desigual. Me explicaba que
vivía en una casa muy pobre, con su madre y tres hermanos. Que su hermano mayor
se había marchado para tratar de llegar a Europa y buscar un futuro mejor. Que apenas
tenían dinero y que su sueño era poder estudiar, convertirse en periodista y
dar voz a todos los que no la tenían.
Ese día supuso un antes y un
después para mí. Me di cuenta de que quería educar, sí, pero quería educar para
dar oportunidades a todos aquellos que, debido a su lugar de origen, no las tienen.
A mi llegada a Madrid fundé “Mundo,
Aula Itinerante”. Quería viajar y visitar lugares donde faltase por llevar la
educación. Pero no quería ir para volver y dejarles con las manos vacías. Quería
darles las herramientas necesarias para potenciar la educación. Por ello, formé
un equipo con docentes que conocía y que, sabía, creerían en el proyecto. Contactamos
con distintas ONGs que trabajaban sobre terreno y les explicamos nuestra idea. Durante
los siguientes dos años, nos expandimos por distintos lugares recónditos del
mundo. Allí, nos dedicamos durante unos meses a conocer su cultura y su sistema
y, después, proporcionamos cursos de formación docente a personas locales
interesadas en ello. Con financiación conseguida gracias a distintos
patrocinadores, firmamos contratos gracias a los cuales estos nuevos docentes
podrían recibir un sueldo fijo por educar a los niños y niñas de su zona. De esta
forma, dotamos a personas con la mayor herramienta que existe para cambiar el
mundo: la educación.
A lo largo de los años, he visitado
muchos lugares, conocido a muchas personas y escuchado muchas historias
distintas.
Como la de Abdul, en Kenia, que con
solo 13 años soñaba con poder ser médico para que ningún niño más muriese por
neumonía, como le ocurrió a su hermana pequeña.
O la de Jamila, en la India, que
quería ser actriz y contar a través del arte su historia y la de tantas otras
personas que sufren cada día.
O la historia de Amín, originario
de Siria pero que vivía en un campo de refugiados, que soñaba con ser
recolector y poder sacar a su familia de aquel lugar.
Son tantos nombres y tantas vidas
que no cabrían en un espacio como este. Y son la razón por la que, cada día, me
levanto con ganas e ilusión por seguir educando, por seguir luchando porque
cada niño tenga acceso a una educación de calidad.
Por seguir haciendo del mundo un
aula itinerante, lugar de aprendizaje y educación constante donde todos tengamos
una razón de ser.
Muchas gracias por vuestra
atención.”
Los aplausos inundaron la sala
mientras Laura, sonriente, bajaba del escenario. Esa misma noche tenía un vuelo
a Panamá, donde esperaba poder seguir transmitiendo el mejor regalo que puede
hacerse: la educación.
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